El psicoanálisis comenzó como una manera de curar síntomas que la gente no encontraba solución por la vía médica. Al igual que otro tipo de problemas “nerviosos” que también fueron llamados anímicos. Fueron llamados así por la situación anímica o los estados de ánimo de las personas. A esto se le podía sumar los temas relacionados con la depresión, fobias (miedos), ideas tormentosas, etc. Entonces el psicoanálisis comenzó a ser conocido como una cura. Pero una por vía de las palabras.
El trabajo que se realiza en un psicoanálisis ha ido cambiando. Y es que el psicoanálisis nos enseñó que era algo mucho más que un tratamiento pasajero para quitar síntomas pasajeros. Ahora podemos decir que el psicoanálisis es el comienzo de una transformación de vida. ¿Por qué? Decimos ésto debido a que hay un punto de partida crucial que en ningún otro tipo de tratamiento existe: lo inconsciente.
¿Por qué alguien quisiera entrar en un psicoanálisis? Considero que esta pregunta es sumamente difícil de contestar porque no todos tienen las mismas razones, las mismas condiciones ni mucho menos la misma historia. Entrar en un psicoanálisis es algo que resulta inesperado. Se puede llegar al consultorio de un analista porque se busca alivio y ayuda con algún problema de la vida, y terminar emprendiendo un análisis como una apuesta mucho más interesante que sólo la de un paliativo temporal. Hay quienes tocan fondo en la vida y ya han intentado de todo, por lo que se entregan de lleno a su análisis debido a que no les basta con un cambio momentáneo. Y quizás es que ni se habían cruzado por la cabeza la idea de la posibilidad de un psicoanálisis. Eso es algo que se descubre en los primeros encuentros con un analista.
Las primeras entrevistas, las primeras sesiones, son el escenario donde comenzará a tejerse las opciones de quien vino al consultorio. Nada está escrito y nada es definitivo. El consultorio nos invita a hablar y escuchar de una manera que nunca antes se había experimentado. Con preguntas importantes que nunca se había hecho. Uniendo cabos sueltos que parecían sin resolver. Y encontrando luz ante las oscuridades de la vida. Todo eso es lo que puede jugarse en el inicio de un psicoanálisis. Pero dependerá en gran medida de quien viene a solicitar la ayuda si desea adentrarse más a esta experiencia o seguir probando por otra parte. Es una decisión que cada quién tomará con sus respectivas consecuencias e implicaciones.
Lo que yo podría decir del psicoanálisis, hablando desde mi propia experiencia de análisis, es que ha sido la mayor revolución llevada. Fue para mi aprender a navegar sobre grandes olas y tormentas; pero también vivir la serenidad del mar de una manera mucho más plácida. Al igual que otras personas, llegué al psicoanálisis con el corazón en las manos, hecho trizas. Suplicando por algún remedio, por alguna manera de recomponer lo que había mal logrado en mi vida. Y muy en particular para aprender a amar. Entonces el psicoanálisis me acogió y me revolcó varias veces. No sin enseñarme grandes cosas de mi vida y de la vida en general. Y lo que un día parecía imposible, comenzó a suceder en la cotidianeidad de mi vida. Empecé a entender cómo tomar las olas. Cómo volver a salir a flote pese a las caídas. Cómo volver a localizarse pese a la oscuridad. Cómo orientarse más allá de un simple mapa. Cómo ser más cálido conmigo; a vivir de otras maneras mis sentidos, mis pensamientos, mis intuiciones y muy en particular a darle el protagónico a lo inconsciente que hay en mi. Porque encontré que no era un enemigo en combate. Era un preso que suplicaba ser liberado. Lo cuál puede dar mucho miedo o mucha vergüenza. Y así fue para mí. Sin embargo, seguir la regla de la asociación libre, vital para el psicoanálisis, me permitió reescribir todo lo que pensaba de mí. Dejar de cuidar “el qué dirán” y comenzar a cuidarme.
Fue así que el psicoanálisis, una experiencia basta, me fue atravesando hasta los puntos más recónditos y los más inconfesables. Pero no fue una experiencia traumática. Sorprendentemente fue una experiencia liberadora. Donde había vergüenza, se forjó un pudor y cuidado. Los molinos dejaron de ser gigantes. Y las olas sólo eran olas.
¿Por qué entonces no me abriría a compartir con otras personas la experiencia de lo que es un psicoanálisis? Si para mí ha sido más que una cura y más que un descubrimiento. Fue la posibilidad de vivir mejor. Lo que para mí resulta vivir mejor y no bajo los criterios morales aprisionantes de nuestras cabezas. Asumiendo el costo que corresponde.
No invito a nadie a que acuda a psicoanalizarse por gusto o por ideal. No concibo una utopía de gente en análisis. La experiencia de análisis está para quien esté dispuesto a apostarle todo a su vida. Una afrenta personal que cada quien tendrá que decidir si está dispuesto a asumir los riesgos y los costos. Pero lo que sí puedo decir es que se puede llegar a buen puerto en el psicoanálisis de manera irreversible. Eso, para mí, lo valió todo.
Si usted desea intentarlo. Si usted desea acercarse a una entrevista. Si usted desea asomarse a la experiencia del psicoanálisis, le quiero decir que las puertas estarán abiertas. En este espacio, no será juzgado. Todo aquello que diga será tratado con el debido respeto que merece su análisis y su vida. Usted y sus palabras recibirán el trato que merecen. Lo importante es que pueda comenzar a hablar y escucharse.
Atentamente,